Más allá de lo decorativo, el bordado es una herramienta de autocuidado que conecta con la creatividad y la calma.
El bordado ha dejado de ser una práctica relegada al ámbito doméstico o de abuelas. Hoy, ha resurgido como una forma contemporánea de expresión artística y una poderosa herramienta de salud mental. En tiempos de estrés, ansiedad y sobrecarga digital, miles de personas han encontrado en la aguja y el hilo un refugio terapéutico.
Diversos estudios en neurociencia han demostrado que actividades manuales repetitivas —como bordar, tejer o pintar— disminuyen los niveles de cortisol y activan el sistema parasimpático, induciendo un estado de relajación profunda. Además, fomentan la atención plena (mindfulness), mejoran la motricidad fina y generan una gratificante sensación de logro.
En ciudades como Santiago o Valparaíso han proliferado talleres de bordado contemporáneo, donde no solo se aprenden técnicas, sino que también se genera comunidad. Estos espacios permiten compartir experiencias, emociones y desafíos, todo mientras se da vida a una obra única. Bordar, en este contexto, es también una forma de meditación activa y de reivindicación del tiempo propio.
Be the first to write a comment.