Aunque parezca algo trivial, la risa tiene efectos profundos en nuestro cuerpo. Desde la antigüedad, se ha reconocido su capacidad para aliviar tensiones y mejorar el estado de ánimo, pero hoy la ciencia ha demostrado que reír activa procesos fisiológicos y neurológicos beneficiosos para la salud.
Al reír, se liberan endorfinas, dopamina y serotonina, neurotransmisores vinculados al placer y la calma. También se reducen los niveles de cortisol, la hormona del estrés. En términos físicos, la risa mejora la circulación, oxigena el cuerpo y fortalece el sistema inmune. Incluso se ha comprobado que aumenta el umbral del dolor.
La risoterapia —utilizada en hospitales, escuelas y empresas— se basa en estos beneficios. No se trata de forzar una alegría falsa, sino de generar contextos donde la risa surja naturalmente. Porque más allá de su efecto inmediato, reír también nos conecta con otros, creando vínculos y memorias felices que se quedan con nosotros mucho después de que termine la broma.
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